lunes, 10 de octubre de 2016

Conociendo a la comunidad tonocoté. Pasado y presente.


En el Museo Municipal Rincón de Atacama de la ciudad termal de Río Hondo, se exhibe una gran cantidad de elementos culturales  de la comunidad tonocoté.

El pueblo tonocoté exhibe evidencias de ocupación de la región centroccidental santiagueña, con prolongaciones hacia la actual provincia de Catamarca, desde el siglo VII. En el siglo XVI, su presencia fue registrada por los cronistas españoles como habitantes “juríes”, un término que englobaba también a los lule y que hacía referencia a sus prácticas de caza y cría del avestruz (xuri, en lengua tonocoté). Cultivadores y sedentarios, artesanos textiles y ceramistas, muy hábiles en la recolección de la miel –producto que componía el intercambio con otros pueblos–, fueron rápidamente sometidos al régimen de encomiendas, a la “saca de indios” o traslados forzosos hacia las haciendas o hacia Potosí y, posteriormente, a su reducción en las misiones jesuíticas del área. La política colonial suprimió los activos intercambios que las caravanas tonocotés mantenían con las poblaciones comechingonas y sanavironas, diaguitas y, posiblemente, también con el Alto Perú.

El kakán, la lengua tonocoté, había incorporado parcialmente el queshwa en contacto con las colonias de agricultores enviados por el inca para ocupar esos territorios. De esos intercambios surgió el quechua, lengua que luego los españoles utilizarían para sojuzgar a los pueblos e imponer la religión cristiana, pero que hoy es valorada como un sustento de su identidad colectiva.

En el siglo XIX, fueron reclutados para integrar las peonadas de las grandes haciendas que se conformaron sobre la propiedad agraria colonial y se produjeron nuevas expulsiones de familias campesinas indígenas. Iniciado el siglo XX, comenzó la explotación a escala industrial de los bosques de la región con la instalación de grandes obrajes y, por ende, el incremento de la explotación laboral de la población indígena trasladada masivamente a las zonas de obraje.

La temprana experiencia de la migración laboral iniciada en el siglo XVI no se ha mitigado en la actualidad. Los tonocotés, como buena parte de la población rural santiagueña, integran las cuadrillas de trabajadores que, una o dos veces al año, parten hacia Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos o hacia el sur de la Provincia de Buenos Aires, para incorporarse a los ciclos de cosecha.

El desmonte incontrolado ha afectado la capacidad productiva del suelo, ha ahuyentado o extinguido las especies animales y vegetales, y ha acentuado la penuria de las familias tonocotés. En respuesta, este pueblo fortaleció sus organizaciones recreando sistemas de autoridad con énfasis en su identidad indígena, formando cooperativas de productores e invocando los nuevos marcos legales para su reconocimiento institucional como pueblo indígena con derecho a la propiedad comunitaria de sus tierras.