viernes, 16 de octubre de 2015

Dos grandes huevos sin eclosionar de Rhea en el Museo de Termas de Río Hondo



El registro fósil de Termas de Río Hondo, esta demostrado por grandes y pequeños animales ya extintos. Pero también convivieron con ellos otras especies muy vinculadas con organismos vivientes, que sobrevivieron a la gran extinción del Pleistoceno (hace 10 mil años), entre ellos, grandes aves, como el ñandú.

Es una especie de ave estrutioniforme de la familia Rheidae. Se encuentra exclusivamente en Sudamérica. Pertenece al mismo orden que el avestruz, los emúes, los casuarios y las extintas moas; es decir, al orden de los estrutioniformes (Struthioniformes). Rhea pertenece a lo que hoy conocemos como ñandú. Desde el Pleistoceno medio (1,5 millones de años) se vienen registrando restos fósiles de esta enorme ave corredora.

En el Museo Municipal Rincón de Atacama se exhibe dos huevos sin eclosionar, posiblemente de fines del Pleistoceno a mediados del Holoceno (12 a 5 mil años). Uno de ellos procede de un sitio arqueológico, mientras que el otro lo encontraron mientras construían el aeropuerto local.

Su cráneo era corto, con un pico mediano, deprimido y ancho. Narinas amplias. Cuello largo y angosto, con vértebras cervicales a aspecto mediadamente alargado. Miembros anteriores muy cortos e imposibilitados para el vuelo, mientras sus extremidades posteriores son largas y fuertes, adaptadas para la carrera, con tres dedos y uñas comprimidas.

Durante el Holoceno (ultimos 10 mil años) fueron muy frecuentes en gran parte del país. El macho alcanza una altura de 1,50 m, y la hembra 1,20 m; el peso es de aproximadamente 30 a 35 kg en el macho y alrededor de los 25 kg en la hembra. 
Era más grande que los representantes actuales del continente Sudamericano, y tienen al igual que estos tres dedos en cada pata, en lugar de dos.

En cuanto al esqueleto cabe mencionar la falta de quilla a nivel del esternón, característica común en las aves corredoras. En La Pampa y Patagonia se las puede observar en grandes grupos. Su presencia en sitios arqueológicos se debe en su mayor parte a que los grupos aborígenes se alimentaban de sus enormes huevos, pero hay poca evidencia de restos óseos.

Texto Mariano Magnussen Saffer. Dirección institucional: Sebastián Sabater.

Bibliografía sugerida.

Acosta Hospitaleche, C., Tambussi, C.P. y Reguero, M. 2001. Catálogo de los tipos de aves fósiles del Museo de La Plata. Serie Técnica y Didáctica Museo de La Plata Nro 41: 1-28

Benton, Michael. (1992). Dinosaurios y otros animales prehistóricos. Ediciones Lrousse Argentina S.AI.C.

M. T. Alberdi, G. Leona y E. P. Tonni (editores). Evolución biológica y climática de la región pampeana durante los últimos cinco millones de años. Un ensayo de correlación con el Mediterráneo occidental. Madrid, Museo Nacional de Ciencias de Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1995, Monografías 12.

Palanca, F. Y Politis, G. 1979. Los cazadores de fauna extinguida de la provincia de Buenos Aires. Prehistoria Bonaerense, pp. 71-91, Olavaria.

Novas, F. 2006. Buenos Aires hace un millón de años. Editorial Siglo XXI, Ciencia que Ladra. Serie Mayor.