Estos
animales se caracterizan por poseer un par de incisivos largos, curvos,
cubiertos de esmalte en la parte anterior y de crecimiento continuo, tanto en
el maxilar como en la mandíbula; ausencia de caninos y un largo diastema
-espacio sin dientes- que separa los incisivos de los premolares y molares.
Hace millones
de años, el océano Atlántico menos ancho que en nuestros tiempos, algunos
roedores africanos ingresaron a Sudamérica a fines del Eoceno. No se sabe cuánto
duró el largo viaje desde África, durante el cual no sólo los roedores iban
colonizando las islas que se extendían hasta las proximidades de las costas
sudamericanas, sino también algunos primates y hasta plantas.
En el
Oligoceno tardío los roedores presentaban una notable diversificación,
reconociéndose siete familias que representan a las cuatro superfamilias en que
se divide a los caviomorfos, los roedores más característicos de América del
Sur: Octodontoidea, Chinchilloidea, Erethizontoidea y Cavioidea.
Ya para fines
del Plioceno y principios del Pleistoceno, convivían formas muy pequeñas del
tamaño de una laucha, u otras inmensas del tamaño de un buey.
En Termas de
Rio Hondo, se han registrado restos fósiles de un roedor de gran tamaño. El investigador
Collantes en 1983, describió restos de un Protohydrochoerinae procedente del
Plioceno (4 millones de años) de la zona del rio Dulce, mientras que en el
Museo Municipal Rincón de Atacama se resguardan restos de un Lagostomus,
procedente de un registro arqueológico.