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domingo, 2 de enero de 2022

Iba a pescar y halló un tesoro cultural. La historia del Museo Municipal Rincon de Atacama de Termas de Rio Hondo en Infobae.




 
Infobae. 2 de Enero de 2022. Sebastián Sabater no es un vecino más de Río Hondo. Autodidacta, empezó a coleccionar fragmentos de cerámicas que encontraba en el río Dulce. Fascinado con las culturas originarias, también descubrió una nueva pasión

Arrumbado en el piso superior de un teatro, oculto y apenas iluminado por unos tubos fluorescentes, el Museo Arqueológico “Rincón de Atacama”, al que se accede por una escalera, es apenas conocido por los miles de turistas que visitan las Termas de Río Hondo, en Santiago del Estero. No está en ningún folleto de agencias promocionales ni en los paseos típicos de la ciudad. Difícil, en rigor, encontrarlo: en la vereda de la calle céntrica, un cartel marca una flecha hacia el fondo, como si fuera una señal más de salida que de encuentro, perdido entre otros anuncios coloridos de obras de teatro y espectáculos musicales.

“Suena a que estamos escondidos, pero el que tiene curiosidad, nos encuentra. A mí lo único que me interesa es conservar el pasado, siento una misión con este lugar”, dice Sebastián Mario Sabater, director del museo, de pie en la entrada. Alto, flaco, canoso, de 64 años, Sabater parece indiferente a los movimientos del afuera. A sus costados, bajo un silencio ceremonial, cientos de piezas milenarias reposan en las vitrinas, vasijas grandes en exhibición, huesos aquí y allá, y banners que explican la data histórica.

Habla largamente, con amabilidad, se coloca unos guantes de látex e invita con seriedad y a la vez con entusiasmo pueril a dar un recorrido breve, casi íntimo, por unos estrechos pasillos del museo. Hay olor a formol, cuesta imaginar las noches en que por los espectáculos nocturnos del piso inferior las piezas del museo vibran a punto de caerse. “Es el rincón que nos dieron, no pudimos conseguir otro”, se excusa. El sopor es intenso en el pequeño cubículo del piso superior del edifico, donde se emplaza el museo, con 25 metros de largo por 10 de ancho.

A Sabater, en el pueblo lo nombran como “un vecino inquieto que dio lugar al nacimiento de un museo”, “un apasionado del patrimonio arqueológico y paleontológico, creador de colecciones y narrador de increíbles aventuras”, según algunas publicaciones locales. Son los hombres comunes y anónimos como él, en rigor los vecinos de los pueblos, quienes suelen armar los museos arqueológicos en sus aldeas y no son obras de científicos, de fundaciones ni de renombrados investigadores.

Detrás de sus obsesiones, suele aparecer luego el Estado, pero las primeras huellas dependen de esa fuerza comunitaria surgida del más extraño desvelo. En el norte del país, en efecto, es posible encontrar un Sabater en cada comarca de provincia: sin sus expediciones al estilo Indiana Jones a pequeña escala, tal vez la memoria de las culturas nativas se hubieran perdido por siempre.

Ahora ha comenzado la nueva temporada de verano en Río Hondo, con la capacidad hotelera al tope, Sabater sonríe, mostrando su alineada dentadura blanca. “Acabamos de hacer una enorme contribución a la ciencia. ¡Descubrimos una especie nueva”, entona en el calor del mediodía santiagueño, mientras una ayudante lo mira a la distancia, sentada en una oficina. La especie nueva es un Gliptodonte de casi 4 millones de años. A través de un convenio con la Universidad del Nordeste de Corrientes y el Centro de Ecología Aplicada de El Litoral, explica que han trabajado meses en la limpieza y preparación del caparazón del Gliptodonte. Los fósiles del museo son los más antiguos de la provincia, dice. Formación geológica Las Cañas, terciario superior, Plioceno bajo.

“Estuvo muchos años en la vitrina. En una visita, un especialista me comentó que se trataba de una nueva especie para la ciencia. Y por suerte dentro del caparazón pudimos encontrar el cráneo completo y sacar las placas óseas. Es un importante hallazgo desde el punto de vista científico”, cuenta el director del museo, que en Termas ha sido también conocido como un comerciante de la zona. Fue encargado del bar Avenida, que debió cerrar por la pandemia.

Amante de la pesca, con sus amigos se internaban en el río Dulce y en el Dique frontal de las Termas, cuyo embalse tiene 19 kilómetros de largo y 33.000 hectáreas de superficie. Una tarde aburrida en la que no había pique, a fines de 1987, Sebastián detectó fragmentos dispersos río adentro. No eran piezas completas: se trataba de bordes de cerámicas, pinturas, asas. Las recogió y guardó en una caja de zapatillas. “Es mi más preciado tesoro, no lo abran”, le decía a su familia, compuesta por su mujer y sus hijos Sergio, Gisela y Diego.

A partir de allí, en nuevas salidas de pesca, se perdía entre los pajonales y empezaba a convertirse en experto en el arte de encontrar piezas sueltas que emergían del suelo arcilloso, como si fueran las de un rompecabezas. “Siempre estuvieron ahí, lo que pasa es que no les había prestado atención”, rememora. Les sacaba el barro y el sarro, las limpiaba con cuidado. Un compañero de pesca, Carlos Aguirre, folclorista de renombre en la zona, cierta vez le preguntó por un objeto. Sebastián se lo mostró. “Esto es un silbato indígena. Una ocarina”, respondió Aguirre, que había conocido a un músico que la tocaba.

Las excursiones de pesca solían derivar luego en charlas de café, donde una vez un amigo le comentó al pasar: “Viste la cantidad de cerámica que hay en el agua. Qué bueno sería que Termas tuviera un museo”. Sebastián no lo pensó más. Desde que se encontró imprevistamente con las primeras piezas, en aquella aburrida tarde de pesca, dice que algo se despertó en su interior, algo místico, casi religioso, que en sus palabras lo describe como una sed insaciable. “El hobby se fue transformando en una cuestión seria, responsable. Y me alimentó más curiosidad y más intriga. Por ejemplo, hoy, si me encuentro con fragmentos de una pieza de cerámica, los llevo a mi casa y estoy días armándola. Cuando termino, la ubico en el museo. Ya estoy pensando que tengo que salir al otro día para el río para buscar nuevas piezas, nuevos huesos, antes que se pierdan o terminen en las manos de alguien que les dará un sentido privado y no público”.

Poco tiempo después de sus primeros hallazgos, Sebastián se contactó con una mujer de Catamarca, Nélida de Cura, que en su provincia había organizado un museo arqueológico en la ciudad de Belén. Sabater le enseñó la ocarina que había encontrado en el río. “Acá está su identidad cultural. Con mi marido fundamos un museo con sólo dos piezas. Acá están sus raíces, ustedes tienen que amar esto”, entusiasmó Nélida a Sebastián y sus amigos en una reunión en Termas, y antes de irse le obsequió una pieza de cerámica de Belén, para sumarla a su museo.

Abierto de lunes a domingo y con entrada libre, el Museo Arqueológico “Rincón de Atacama” acaba de cumplir 33 años: fue fundado en noviembre de 1988 por Sebastián Mario Sabater y un grupo de amigos que pertenecían al Centro de Comercio de Río Hondo. Lo abrieron con menos de diez piezas. Hoy el sector “Arqueología” tiene piezas de todas las culturas que poblaron el departamento Río Hondo desde la prehistoria, que se remontan a ocho mil años: pequeñas bandas de nómades, cazadores y recolectores que entraron al río Dulce hasta la llegada de los conquistadores. La colección “Paleontología”, además, cuenta con fósiles de la fauna del cuaternario y terciario superior, cuyos atractivos son los restos fósiles del Megatherium, Gliptodontes, Toxodontes y Dasipodidos.

“Fue una misión de la que me enamoré, siento profundamente que vibra algo en mi cuerpo, como un mensaje de nuestros ancestros -continúa Sabater-. A diferencia de otros amigos, no me costaba recorrer el río Dulce e inventariar las piezas. Enseguida nos acercamos a las universidades para reunirnos con especialistas. Aprendí de las culturas autóctonas que poblaron Santiago del Estero antes de la conquista europea, como así también de qué forma hacer una excavación arqueológica, a preparar los materiales, el tratamiento y conservación de los vestigios”.

Una de las piezas que llamó la atención de los científicos fue un pedazo de mandíbula de un Perezoso, un gigante de seis toneladas conocido popularmente por la serie de películas de “La era del hielo”. Con el paso de los años, Sebastián Sabater fue agudizando sus sentidos y conforme a que fue adquiriendo métodos y procedimientos técnicos, halló un yacimiento paleontológico alrededor del río, donde se encontró con especies únicas, como el Gliptodonte de casi 4 millones de años, también con caparazones enormes de carpincho. “Me hice amigos de los científicos, naturalmente. Les dije que les iba a chupar el conocimiento, y se reían”, suelta, mientras no para de exhibir piezas de su museo, con la misma dedicación con la que atiende a las visitas de las escuelas y contingentes turísticos.

Después de que se recibió de Perito Mercantil, no siguió los estudios universitarios. Gastronómico de oficio, dice que se formó de grande con la guía de especialistas ya que desde el inicio del museo se “codeó” con científicos universitarios. “En arqueología con el doctor José Togo, y en paleontología con los doctores Graciela Esteban, Norma Nasif y Fernando Abdala”, nombra, para reconocer la guía de sus exploraciones autodidactas.

Perdió tiempo para sus amigos, para sus hijos, resignó otros trabajos y estuvo por separar varias veces. Pero ahora reflexiona: “Me siento inmensamente feliz trabajando en el museo, es una decisión de vida. Uno cuando se apasiona con algo saca lo mejor de sí. Me dediqué con profundidad para que crezca el museo en cantidad de material, porque nuestra ciudad, que es turística, necesitaba un lugar que cumpla con esa tarea cultural y social tan importante. Hoy el museo tiene en exposición 1000 ejemplares de las distintas colecciones, más los que están en depósito. El objetivo fue tener el registro científico de la arqueología, la paleontología de vertebrados, la paleobotánica, la entomología de la región, y para ello hemos golpeado las puertas de las instituciones para poner en marcha el proyecto. Todo se hizo a pulmón y sin cobrar un peso”.

En Río Hondo, una de las ciudades termales por excelencia, con turismo todo el año, se espera la fecha del Moto GP, el campeonato de motociclismo más importante del mundo, que se celebrará en abril. Catorce napas de aguas mesotermales forman la riqueza acuífera de Río Hondo, originada por las lluvias que caen sobre las sierras del Aconquija, en Tucumán, y se filtran empapando los estratos profundos de rocas terrestres. Son aguas bicarbonatadas, con propiedades suavizantes de la piel, antiinflamatorias y de PH alcalino -las virtudes de las aguas termales ya se conocían en tiempos precolombinos, aunque Sabater descree de la leyenda sobre los Incas viajando expresamente para bañarse en ellas-. En hoteles como Los Pinos, uno de los más tradicionales de la ciudad y de los pocos del país con modalidad all inclusive, impresionan de inmediato el profesionalismo y la experiencia de los encargados de brindar servicios de gastronomía, recreación, salud y spa: no en vano la ciudad tiene la trayectoria de turismo termal más antigua del país. En Los Pinos, Sebastián Sabater organizó rifas con cenas masivas donde recaudó lo suficiente para construir los primeros pasos del museo “Rincón de Atacama”, llamado así en homenaje a un territorio poblado de aborígenes que trabajaban la tierra y se dedicaban a la alfarería.

Durante 17 años lo tuvieron de manera privada hasta que en 2004, desde Santiago del Estero capital, lo denunciaron en la Justicia por haber extraído un Gliptodonte. Sebastián sintió vergüenza aunque dice que estaba seguro de sus convicciones. “Tuve la policía en mi domicilio, razón por la cual con paleontólogos del Instituto Miguel Lillo, de Tucumán, presentamos el proyecto para hacerlo Museo oficial. Entonces lo transferimos a la municipalidad de Las Termas de Río Hondo con la única exigencia de la creación del cargo de director”, cuenta.

Caminó puerta a puerta durante días, con el sol norteño en la cabeza, y convenció a los vecinos para que donaran piezas al museo. La comunidad fue largando objetos que tenían en sus domicilios en colecciones privadas, según Sabater “fueron tomando conciencia del patrimonio cultural de Río Hondo”.

En el museo guarda muchas donaciones que, por falta de espacio, aún no puede mostrar en exhibición, como una colección de minerales y otra de insectos. De las piezas restauradas, dice que sólo compró unas pocas mariposas para el sector de “Entomología”.

A lo largo de las vitrinas del museo hay puntas de flecha de piedra o hueso, torteros para hilar -testigos de la perfección de las técnicas de tejido de los pueblos originarios-, piezas de cerámicas decoradas con bajorrelieve, cerámica negra de la cultura Las Mercedes, otras con fondos anaranjados, restos humanos, escudillas, urnas funerarias. Hay fósiles que llevan su apellido, porque él los descubrió, como el Paraeuphractus Sabateri SP.

Se trata del caparazón casi completo, fragmento de escudete cefálico, cráneo, pelvis, tibia y dos vértebras dorsales de un quirquincho o Dasipodido.

Tuvo que fabricar hasta sus propias herramientas, porque los especialistas de las universidades traían las suyas pero no podían dejarlas. Con un amigo carpintero se las ingenió para adaptar hojas de sierra en su taller. Trabajó con algarrobo, con el bronce que le había sobrado de unos sanitarios, se perfeccionó en el uso de espátulas pequeñas, hojas de cuchillo, pinceles; además de un par de herramientas caseras que obsequió a los paleontólogos para que trabajaran con óseos de animales prehistóricos. “Mi cabeza piensa cosas locas. Una vez encontré la primera pieza de cerámica, con asas en forma de anillo. Me dije: ´Esta noche la voy a armar y terminar´.

Los fragmentos estaban mojados, prendí el horno de la cocina y los fui secando. Los pegué con un pegamento que hay en todas las casas, pero tanta la ansiedad que le dije a mi mujer: ´Voy a cenar y me voy a dedicar full time a esto´. Convertí la cocina en un laboratorio. En tres horas la armé y casi me largo a llorar cuando la vi terminada. En otro momento imaginé colocar un globo de piñata para dar estabilidad a otra pieza de cerámica. Luego usé planchas de corcho. Y todo con el aval de los científicos, porque dieron buenos resultados”.

Como tantas otras personas, una señora del Chaco, doña Petra Nestoroff, se acercó al Centro de Comercio cuando aún se estaba armando el museo y quiso mirar las piezas. “¿Quién está haciendo este trabajo?”, le preguntó a la secretaria. Cierta mañana fue hasta el bar de Sabater. “Yo le pongo un signo pesos y un uno, ¿cuántos ceros les pone usted por la tarea que está haciendo?”, provocó Petra. “No sé, señora, estimo que varios ceros”, respondió Sebastián, sorprendido.

“¿Por qué no tienen insectos? ¿Usted quiere aprender? Yo le voy a enseñar”, cerró la señora. Todos los inviernos después de ese encuentro, Petra, especialista en el tema, viajó por años a Río Hondo a enseñarle la técnica de captura y preparación de insectos; luego le regaló un libro de entomología y agujas entomológicas. Sebastián la visitó una vez en el Chaco y una noche vio algo que revoloteaba sobre un farol. Se acercó lentamente. Sabía cómo apretar las alas de una mariposa para evitarle el sufrimiento. “Petra no podía creer que había encontrado la mariposa conocida como cola de golondrina, bellísima. ´Hace treinta años que intento conseguir una y venís vos y te llevás una´, me dijo.

Antes de despedirse, rogó para que no la vendiera ni por todo el dinero del mundo. Me han ofrecido todo tipo de canjes, me costó decir que no, pero hoy es otra maravilla del museo”. Uno de sus rincones preferidos es el de “Entomología”, donde se exhibe una variada muestra de mariposas, arácnidos y otros insectos de la región.

Cuando suele hacer una excavación en ese río que conoce desde su infancia, Sabater suele cerrar los ojos. Levanta las manos y pide permiso a sus ancestros. Lo empezó a hacer luego de que varios lo acusaran de profanación, por tratarse de un sitio sagrado. “Hasta mi señora me criticaba. Y es perfectamente entendible. Sus presencias físicas desaparecieron, pero sus rastros nos cuentan historias plasmadas en el inconsciente colectivo. Nuestros pueblos originarios fueron aniquilados por la conquista europea, desplazados de sus tierras. Para mí, el museo es un sentido homenaje a esas raíces”, dice orgulloso de conservar una de las colecciones más preciadas de la provincia sobre las culturas Las Mercedes, Cóndor Huasi y Famabalasto, entre otras, con más de 1500 años de antigüedad.

Hay días en los que se despierta, al amanecer, y dice que sabe en qué sitio del río encontrará una pieza. El lugar exacto. “Me quedo en la cama, permanezco con los ojos abiertos, respiro profundo. Y se me representa. Es creer o reventar, porque cuando voy a buscarla, no falla”. Cuando baja el agua del embalse, se produce una sequía y allí suelen quedar al descubierto los yacimientos. Sabater también es compositor musical y poeta, con 23 chacareras escritas y hasta versos ligados a la su fe católica. Hoy prepara el libro Pescando fragmentos sobre la historia del museo.

Sabater podría hablar por horas de sus innumerables anécdotas. En cómo desde su inagotable curiosidad oficia un poco de entomólogo, un poco de arqueólogo, un poco de paleontólogo... La ciencia, la fe, la espiritualidad. Entre risas, tímidamente, cuenta que varias veces conoció a personas con dones espirituales que le dieron una certeza sobre el aura de ciertas piezas. “Yo soy una esponja, absorbo de todas las creencias de todos los mundos posibles”.

Entre las aguas termales de Río Hondo, que “brotan calientes desde las entrañas de la tierra”, como les explica a los más chicos que visitan el museo, enormes manadas de elefantes sudamericanos y perezosos gigantes disfrutaban mientras los tigres dientes de sable y los osos de cara corta esperaban su oportunidad para atacar.

Un mundo fantástico, propio de la Edad de Hielo. “Así de pequeño y misterioso es este museo, acá se concentra la historia geológica y biológica de los últimos cinco millones de años, hasta la llegada de los primeros humanos, hace unos 10 mil años”.

Se despide con las manos entrelazadas, con la mirada preocupada que se deja ver a través de sus anteojos. “Hemos colapsado el lugar físico y estamos esperando con ansias que nos trasladen a un edificio más amplio y adecuado para un museo. Estoy intranquilo, no he podido formar gente joven ni me han aportado personal idóneo. Se hace difícil continuar con la obra para que pueda ser un legado para las generaciones futuras. No sé qué pasará a partir de mi jubilación, pero no descansaré hasta mis últimos días”. Fuente Infobae - Por Juan Manuel Mannarino

https://www.infobae.com/sociedad/2022/01/02/iba-a-pescar-y-hallo-un-tesoro-cultural-con-huesos-vasijas-y-mariposas-armo-un-museo-arqueologico/?fbclid=IwAR1HBSAW97wmkxF87WSXV8NOm4GMSfZbfMztQe-KcuE77ti5jGLfL-e-ZqU

martes, 29 de junio de 2021

Sebastián Sabater nos cuenta todo sobre el Museo Rincón de Atacama. No te lo pierdas!!!!


 

📣 Agendar!! Este martes 18hs, Museos Vivos, conversatorio con Sebastián Sabater 🏛✨
Museo Rincón de Atacama, Patrimonio Santiago, Subsecretaría de Cultura de Santiago del Estero, Dirección General de Cultura de la Provincia, Secretaria de Turismo Termas de Río Hondo, Turismo Santiago. Súmate a nuestro quinto encuentro 😁!
🤠 Sebastián Sabater, es director del Museo Municipal "Rincón de Atacama", en la ciudad de Termas de Rio Hondo, de la provincia de Santiago del Estero.
👉 Un vecino inquieto, que dio lugar al nacimiento de un museo.
🧐 Un apasionado del patrimonio arqueológico y paleontológico, creador de colecciones y narrador de increíbles aventuras.
👏 Viajemos por un museo más de nuestra hermosa Argentina

viernes, 19 de abril de 2019

Perfil de Termas de Río Hondo, una ciudad que crece junto al Museo Rincón de Atacama.

De manera cíclica, el río Dulce tiene bajantes en su nivel. En una de esas ocasiones en la década de 1990, Sebastián Sabater comerciante hondeño, recorría las márgenes desnudas de caudal que dejaban al descubierto fragmentos de yacimientos de cerámica. Los comenzó a recoger y coleccionar. 
 
Al poco tiempo en un fortuito encuentro con museólogas del Chaco y Catamarca les mostró los restos que guardaba en una caja de zapatillas deportivas. Palabras más, palabras menos, las especialistas manifestaron que en esas escasas piezas contenía un tesoro del testimonio histórico de pueblos originarios.
 
Sebastián persistió en la búsqueda y al poco tiempo ya contaba con puntas de flechas, morteros y hasta una ocarina (instrumento de viento de tres tonos), y lo que se inició como un interés de fin de semana, se convirtió en pasión.
 
Alentado y apoyado por algunos amigos comenzó a gestar un museo en la ciudad de Termas de Río Hondo. El 25 de noviembre de 1988 abrió las puertas el Museo Paleoantropológico Rincón de Atacama, en el Centro de Comercio, Industrias y afines. En 1995 y a instancias de la misma entidad se inauguró el edificio en el cual funciona en la actualidad.
 
“Al comenzar sólo había unas vitrinas con algunos fragmentos y hoy ya no nos alcanzan los sitios para exponer las colecciones”, cuenta Sebastián. 
 
Uno de los rasgos significativos es que la mayoría de los elementos fueron encontrados en la ciudad, aunque también hay otras colecciones que fueron cedidas desde otras provincias. 
 
En vías de lograr un nuevo edificio que sea accesible a gente de la tercera edad y discapacitados (hoy ocupa una planta alta que se sortea a través de escaleras), el recinto cuenta con restos de mastodontes, un gliptodonte completo y restos de otros animales prehistóricos.
 
La colección se completa con vasos y platos de cerámica negra, piezas funerarias de 1.550 años de antigüedad y muestras entomológicas de mariposas, otros insectos y paleobotánica.
 
Desde 2004 el museo es municipal y tiene como compromiso el rescate, estudio, protección y difusión del valioso patrimonio natural y cultural del Departamento Río Hondo. 
 
Desde aquel lejano día en que Sabater encontró los primeros restos de vasijas, su vida cambió para siempre. Capacitaciones y conferencias, un estrecho contacto con científicos de la Universidad de Tucumán y Santiago del Estero, decidieron su futuro. Hoy es el entusiasta director del Museo Municipal Rincón de Atacama. Fuente; Voy de Viaje.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Qué pueblos autóctonos habitaron Río Hondo?

En dialogo con VOCES, Sebastián Sabater, Director del Museo Municipal Rincón de Atacama, relató la historia de los primeros habitantes del Departamento Río Hondo, y sobre su trágico cruce con los conquistadores españoles. 

El museo recibe visitas de turistas y vecinos locales que son guiados por Sabater
Según cuenta Sabater, hace 6000 u 8000 años el hombre prehistórico ingresaba a Río Hondo. Estos grupos, que eran minoritarios, se desplazaban en pequeñas bandas siguiendo la caza de animales hoy extintos, sustentándose además con la recolección de frutos y semillas del monte. No estaban establecidos en moradas permanentes, sino que se desplazaban a medida que se iba agotando el recurso.

Después aparecieron otras culturas del área andina, que llegaron siguiendo el cauce del río dulce o bien la conexión Guasayán-Río Hondo a través de los cerros. La cultura Las Mercedes se establece en el departamento aproximadamente en el 450 de nuestra era. Eran individuos que practicaban la agricultura, pesca y cacería en los montes circundantes, estableciéndose en lugares permanentes. Esta fue una de las entidades que más se desarrolló en la zona, siendo el área “Rincón de Atacama” el establecimiento más antiguo de dicha cultura.
 Más tarde aparecieron otros tipos de culturas, como la Famabalasto, la Sunchituyoj, y la Averías; está última mantuvo estrecho contacto con los conquistadores. 

Durante el periodo colonial, los pueblos originarios de Río Hondo eran los Tonocoté, llamados Juríes por los españoles (nombre que venía de la palabra Suri, animal del que utilizaban las plumas para hacer su vestimenta). Este grupo cultural desapareció como consecuencia de la actividad de los colonos. Dicha etnia funcionaba como mano de obra calificada, ya que eran grandes trabajadores y no belicosos, por lo que se los desarraigó y utilizó para la molienda de minerales en Potosí y en las estancias y haciendas de la región. Los pocos que quedaron se mestizaron con el español. Por esto no hay comunidades puras de Tonocoté en Santiago del Estero. De los demás grupos étnicos se sabe que han estado, pero no hay escrito que lo testifiquen. 
 
Sobre el mito de que el Imperio Incaico llegó hasta Santiago del Estero, Sabater explicó que no es más que un recurso turístico que se ha utilizado en nuestra ciudad, estableciendo la leyenda de que los Incas venían desde el Perú para darse baños curativos en Las Termas, aunque esto tiene nulo asidero histórico.

En cuanto al porqué del hablar quichua en la provincia, el director comentó que los conquistadores encontraban de difícil pronunciación el idioma Tonocoté (de origen mataco, de las amazonas), muy distinto a la legua que los españoles aprendieron en los Andes. De esta forma, los colonos decidieron enseñarles el quechua a los niños Tonocoté, para que sirvan de puente comunicacional.

El museo en la actualidad: necesidades y trabajos

Entre las mayores necesidades del museo, Sabater cuenta que están a la espera de poder contar con un edificio nuevo. “Estamos en un espacio reducido que nos quedó chico, donde además la escalera principal imposibilita la visita de gente mayor. Por eso estamos trabajando en un proyecto con el intendente. Si Dios quiere y si las gestiones se dan de manera rápida, podremos solucionar esto”.
 A su vez, también relató que el museo tiene la actividad permanente de búsqueda y rescate de materiales, sobre todo entre los meses que van de septiembre a diciembre, época en la que el rio y el lago bajan. 

“Tenemos el agravante de que con la construcción del dique El Sauzal se van a negar 17 mil hectáreas, por las que vamos a tener que armar un grupo de trabajo con la empresa encargada de su construcción, y vamos a tener cinco años para extraer todo lo que podamos. Después de esto probablemente la cola del embalse llegue hasta la ciudad, así que vamos a quedar entre dos lagos y perderemos gran parte de los sitios donde trabajar para rescatar nuestro patrimonio”, finalizó Sabater.

lunes, 3 de marzo de 2014

Restos de un antiguo Camelido en el Rio Dulce.



En el año 2013, el Señor Sebastián Sabater del Museo Paleoantropologico Rincón de Atacama y Mariano Magnussen saffer del Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad de Miramar, realizaron exploracion en la zona del Rio Dulce, en la localidads de Termas de Rio Hondo.

Entre los materiales hallados, se recupero un rama mandibular inferior de un Camelidae, antecesores de los acruales guanacos y llamas del NOA.

En la actualidad se encuentra representado por el típico guanaco, que habita principalmente la Provincia de La Pampa y la Región Patagonica. Se pueden hallar restos fósiles de Lama guanicoe desde el Pleistoceno, con cierto parentesco y semejanza al genero Paleolama que ya hemos descripto anteriormente.

Su registro desaparece hace solo unos siglos atrás, calculados en el siglo XVI y XVII. Desde la llegada de los primeros grupos humanos cazadores, se convirtió en una presa muy usual, cuyos restos óseos son los más comunes entre los grandes mamíferos en sitios arqueológicos.

Por lo general, en todos los casos en que los restos de Lama guanicoe aparecen acumulados por manipulación antropica, se trata de huesos largos fracturados, ya que los aborígenes consumían la medula ósea rica en proteínas y grasa.

domingo, 5 de enero de 2014

La bajante del embalse sacó a la luz ruinas de la vieja Río Hondo – 2010 -


Archivo 2010 - Se trata de un monumento funerario perteneciente a una familia que habitaba en el paraje Rincón de Atacama a principios del siglo XX. La zona posee un exquisito patrimonio arqueológico.

En los últimos 20 días, la ostensible disminución del caudal del embalse Río Hondo dejó a la vista, a 300 metros del Autódromo provincial, una antigua bóveda funeraria perteneciente a la familia pionera del paraje Rincón de Atacama, cuya estructura quedó sumergida por las aguas del embalse al construirse la presa Río Hondo.

Este fenómeno permitió que un vecino de esta ciudad tomara imágenes de lo que sería un monumento histórico donde descansaban los restos de la familia Figueroa Roldán, según explicó a EL LIBERAL, el investigador y director del Museo Rincón de Atacama, Sebastián Sabater.

La estructura de ladrillo sedimentada en el paraje Rincón de Atacama, a 5 km de Las Termas, forman parte de las huellas históricas que quedaron debajo de las aguas del Dique Frontal.
Ayer, Guillermo “Guty” Noriega y su hijo Ian regresaban desde Villa Río Hondo cerca de las 8.30 y decidieron ingresar por un camino rural próximo al Autódromo Provincial hasta llegar a la costa del embalse, allí lograron observar la deteriorada edificación similar a un escenario.

“Siempre vamos con mi hijo a observar en esta época el paisaje en la costa del lago cuando baja mucho, porque nos parece un lugar místico. Ni bien ingresamos vimos la estructura de ladrillo viejo y pensé que se trataba de una vivienda de la vieja Villa Río Hondo, había tronco petrificado y viejos árboles estancados”, contó Noriega.

Sin embargo, Sebastián Sabater, investigador local explicó que la estructura pertenece a la antigua estancia de la familia Figueroa Roldán que habitaba en el paraje Rincón de Atacama desde principios del siglo XX. “Cuando la Nación decide construir la presa Río Hondo, se expropia esta propiedad y en 1956 se empieza a construir el dique. La estancia estaba conformada, según relato del extinto escritor y familiar Tobías Figueroa, por 9.000 hectáreas y terminaba en una punta, por eso se llama el paraje Rincón de Atacama”.

“Si el lago llegase a bajar más, quedarían al descubierto restos de la vivienda y restos de la hilera de lo que quedaba de los potreros de la tuna, de los animales, donde hacían las parvas de carbón para autoabastecerse y hay una rocas fundidas y el pozo surgente usado con bomba de mano que todavía –pienso- que arroja un hilo de agua termal”, agregó.

Sabater indicó que “hacia la izquierda de este lugar, a menos de 200 o 300 metros, estaba el rodeo de los quebrachos. Era donde estaban las dos vertientes de las aguas de Vichy (agua con propiedades minerales)”.

Precisó que las vertientes de agua de Vichy “corrían paralelas al río y se unían pasando el murallón del dique”.

Un paraíso

“Desde la prehistoria -afirmó- Atacama fue un lugar muy especial para asentamientos de humanos porque tenían proximidad al río, y yo sostengo que aquellos pobladores empleaban las agua de Vichy para el riego de sus cultivos, tenían un vital elemento en una zona elevada del río que permitió el asentamiento de las distintas culturas que habitaron en el departamento Río Hondo”.

Según Sabater, lo que fotografió el curioso vecino es la “bóveda de la familia que tenían para el descanso de sus deudos, y el oleaje del lago hizo que los paredones se derrumbaran. Allí, reposaban féretros de la familia que cuando llenaron el embalse, la familia tuvo que retirarlos”.
De acuerdo a los viejos registros de Villa Río Hondo, es una familia originaria de Rincón de Atacama. “Yo me imagino que esa estancia era un paraíso, ni más ni menos, por las condiciones naturales, un lugar privilegiado. En varias investigaciones encontramos en este lugar puntas de lanzas con no menos de 6.000 años de antigüedad y culturas superpuestas en el mismo sitio”, aportó el paleontólogo.

Agregó: “Quiere decir que fue un lugar que reunía las condiciones para su habitabilidad por las vertientes de agua Vichy, montes circundantes con una variada especie de animales para la caza, y encontramos restos de llamas y guanacos que habrán domesticado para la provisión de lanas.

Encontramos ahí, restos de cultura Cóndor Huasi, Las Mercedes, Cultura Candelaria y Cerámica Famabalasto, realmente es un vergel histórico”.

Fuente: El Liberal